Criterios de Intervención

1. PARTIR DE LA REALIDAD
Existen muchas ideas preconcebidas y discursos ideológicos sobre la exclusión social y la prostitución. La perspectiva adecuada para los agentes sociales será aquella que asuma la responsabilidad de conocer y analizar, tanto a nivel global como local, esta realidad compleja y cambiante, para hacer de ella el punto de partida de la intervención.
Este posicionamiento permite estar alerta a los cambios sociales y las necesidades de las mujeres, para priorizar las respuestas y proyectos, de manera flexible, dinámica, creativa y eficaz.

2. PERSPECTIVA DE GÉNERO
La discriminación y vulnerabilidad de las mujeres que ejercen prostitución o están en proceso de exclusión social, a menudo está condicionada por las desigualdades entre hombres y mujeres.
Trabajar desde una perspectiva de género implica el análisis global de la realidad, teniendo en cuenta las relaciones de poder que se dan entre los géneros. Asumir un lenguaje inclusivo como alternativa al machista y patriarcal. Cuestionar el orden establecido entre los sexos y acompañar a las mujeres en el proceso de reconocimiento de su condición de igualdad y empoderamiento, favoreciendo una nueva perspectiva desde la cual reelaborar las relaciones hombre-mujer.

3. INTERRELACIÓN PERSONAL
El encuentro humano y personal, entre la mujer y el equipo de profesionales, es el primer elemento que ella percibe y el que marcará el tipo de interacción que se establezca. Debe favorecerse desde la apertura y flexibilidad, buscando el encuentro, facilitando cauces de acceso y permaneciendo como referencia válida y estable.
Se crean espacios donde la mujer se siente escuchada desde la cercanía y el afecto, percibe el respeto y la confianza que le posibilita ser ella misma y reconocerse más allá de la actividad que realiza.

4. ATENCIÓN INTEGRAL
Los procesos de exclusión e inclusión social son multidimensionales. Una intervención eficiente requiere una visión integral de la persona desde un modelo que contemple todas sus dimensiones y necesidades, así como su interacción con el contexto.
A nivel personal, reforzando las capacidades y potencialidades de cada mujer. A nivel relacional, para facilitar vínculos positivos, de personas y entornos referentes. Y a nivel social, para que pueda interactuar en el entorno más cercano y en la sociedad.

5. LA PERSONA COMO SUJETO
Los procesos de integración social, por ser personalizados, tienen puntos de partida diversos y siguen itinerarios individualizados hacia distintos objetivos.
Se favorece que cada mujer, desde el acompañamiento cercano y el respeto, sea la protagonista de su proceso, agente activo de su vida e historia, fomentando que tome sus decisiones y crezca en autonomía personal.

6. SENSIBILIZACIÓN Y TRABAJO COMUNITARIO
La experiencia y el análisis del trabajo directo con las mujeres, pone de manifiesto la necesidad de un cambio social. En paralelo a la atención social individualizada, hay que participar en espacios de diálogo e incidencia, dando a conocer la realidad, favoreciendo la defensa de los derechos de las mujeres y el empoderamiento del propio grupo.
El trabajo en red, la colaboración y coordinación con entidades públicas y privadas, los foros, los medios de comunicación y las nuevas tecnologías, son ámbitos donde hacer explícita la sensibilización y la transformación social, actuando como agentes de cambio.

7. TRABAJO EN EQUIPO
La pluralidad de dimensiones personales y sociales en las que se incide y la diversidad de profesionales implicados en un Proyecto común, hacen del trabajo en equipo un requisito necesario para el adecuado desarrollo del proyecto.
Requiere de una serie de estrategias, procedimientos y metodología: la Coordinación y organización en el grupo de profesionales, la Comunicación abierta entre todos sus miembros, la Complementariedad desde la aportación específica de cada profesional, la Confianza entre compañeras/os y el Compromiso en poner todo el empeño para el trabajo común, aportando lo mejor de cada persona.

8. ACTUALIZACIÓN PERMANENTE Y FORMACIÓN
Los proyectos y acciones se enmarcan en realidades muy cambiantes y requieren, para la consecución de los objetivos marcados, no solo la profesionalidad sino la actualización de los conocimientos y herramientas para la intervención.
Se concreta en el compromiso, institucional e individual, por dejarse interpelar por la realidad, “estar al día” y desarrollar procesos de mejora continua en todas las actividades, recursos, acciones y procedimientos. Se prioriza aquella formación que responde a las nuevas realidades sociales, a las necesidades y expectativas de los/las profesionales y a la renovación organizacional.

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